Todos queremos ser felices y por lo tanto deseamos lo mismo para nuestros hijos. Solo que la felicidad no es sinónimo de estar contento, porque la felicidad no es un estado de ánimo. Si ser feliz fuera estar contento, bastaría con que le digas que SI a todo lo que tu hijo desea para lograrlo. Curiosamente logramos ser felices en la vida cuando aprendemos a darle poca importancia a los malestares propios de la vida cotidiana, para que, a pesar de ellos podamos disfrutar.

Esto requiere de práctica y entrenamiento cotidiano y se logra cuando les brindamos a nuestros hijos experiencias que implican posponer, dosificar y negar placer. Y esto se logra utilizando la palabra mágica: NO

No se trata de decir que no a todo. Se trata de que logres decirle que no a aquello que tú piensas que no deberías de permitirle o darle y que no te atreves. De hecho, lo podemos plantear al revés, se trata de decir que si, pero “después de comer” o “solo dos dulces y hasta mañana”,  por ejemplo.

El malestar de nuestra vida es el que nos educa. Nadie modifica un comportamiento inadecuado si no resulta de él un episodio de malestar. Inténtalo.