La adolescencia suele ser vista como una época de la vida que nos pone a temblar a todos. La descripción de los chicos durante esta etapa no es precisamente algo de lo que nadie se sentiría orgulloso: rebeldes, contreras, confundidos, desorientados, intensos, ridículos, inadecuados, inmaduros, torpes, etc. La lista podría ser interminable.

El papel más complicado es para aquellos que deben tener  una relación de autoridad con ellos, principalmente padres y maestros.

¿Cómo se puede relacionar con ellos de una manera adecuada?, ¿es posible tener relaciones armoniosas con un adolescente?, ¿Cómo saber si lo que hacemos realmente es lo mejor y está sirviendo para su educación?, ¿hasta dónde llega nuestra responsabilidad?, etc. son algunas de las preguntas que todo el tiempo pasan por nuestra cabeza.

Hay muchos libros que describen la adolescencia, pero siempre es desde un punto de vista del desarrollo: cambios físicos, psicológicos, sociales, emocionales y un detalle muy amplio de porqué se da esto y lo que les pasa; pero pocas veces tenemos una orientación directa y específica sobre el “cómo” de la relación con ellos en lo cotidiano.

Esta etapa en lo particular es básicamente de “contención”.

En la educación en disciplina debemos de considerar que nuestra posibilidad para influir la vida de una persona se da desde que el niño  nace hasta alrededor de los 18 años; solo que la función de la autoridad cambia: hasta los 10 o 12 años inculcamos; de los 10 o 12 a los 18 o 20 solo contenemos y de los 20 en adelante si bien nos va opinamos.

La diferencia entre inculcar y contener se siente en el cuerpo. Cuando inculcas estás atrás del niño “empujándolo” para la vida, cuando contienes, estás también detrás de él, pero esta vez “deteniendo” para frenar su impulso.

Hay que tomar en cuenta varias cosas:

1)    No se puede evitar. No es lo mismo ser adolescente que ser indisciplinado. La indisciplina es producto de una mala educación y por lo tanto podemos hacer cosas para impedirla; en cambio la adolescencia, es una etapa de vida necesaria para el crecimiento, la madurez y la independencia en sus diferentes dimensiones. Esto no evita que existan adolescentes indisciplinados.

2)    No es personal. El chico no es adolescente para molestar, no hace las cosas para ir en contra de sus padres o maestros. El adolescente hace las cosas para él mismo. ¿Por qué parece personal? Porque el chico toma como punto de referencia las reglas para evidenciar que de ahora en adelante él toma sus propias decisiones; y las reglas normalmente ponen en evidencia lo que para papás y maestros es importante. Al faltar el chico a la regla, padres y maestros se sienten agredidos. A esto le llamamos “engancharse”