Cuando dos hermanos pelean los padres se encuentran en una encrucijada ¿intervenimos a favor de la armonía o de la justicia?

Con mucha frecuencia terminan optando por la justicia ¿quién empezó? ¿quién hizo qué? y una serie de preguntas adicionales que se derivan de las explicaciones que los chicos van dando, sumando a esto, que las versiones no coinciden y ambos consideran que el otro está mintiendo cuando da su versión de los hechos.

Ante esto los padres deciden en base a lo que consideran que es la versión real de lo acontecido, con un agravante adicional: lo que ellos también pudieron testificar de lo que pasó y en el peor de los casos, de la idea preconcebida que tienen de cada uno de sus hijos. Se ven entonces en la necesidad de dar un veredicto final y una sentencia.

Aunque posiblemente pudieran lograr ser justos en su decisión, hay un elemeto adicional que no contemplaron: cada uno de sus hijos espera recibir el apoyo de sus papás y si esto no sucede se genera un gran enojo hacia el hermano por considerarlo un rival en el afecto de sus padres, dando lugar así al camino de la rivalidad.

¿Cuales son las fallas de esta lógica? Primero, papá y mamá aunque ciertamente conocen a sus hijos, tienen también una tendencia natural a identificarse con la personalidad de alguno de ellos y por lo tanto esto sesga su decisión. Segundo, aunque conocen a sus hijos y sus estilos de funcionar, hay muchas cosas que se generan entre los hermanos a “espaldas” de los padres y un evento en particular suele tener antecedentes que le dan un contexto más preciso a lo que está pasando en el momento de la intervención del adulto, lo que ya no deja tan “evidente” lo sucedido. Tercero, los padres no pueden ser juez y parte de una situación. La aprobación de los padres es el resultado que más ansían sus hijos, por lo que cuando un padre decide quién es culpable, éste no “oye” si tendría que haber respetado la pelota de su hermano y lejos de esto piensa “mi mamá prefiere a mi hermano”.

Cuando hay un conflicto entre hermanos es primordial intervenir de tal forma que privilegiemos la enseñanza de la armonía. El mensaje debe ser: “más allá de los problemas que existan entre ustedes, de sus desacuerdos o de los comportamientos inadecuados de unos y otros, tendrán que buscar estrategias de negociación porque nada justifica que nosotros permitamos la falta de armonía en su relación”. Esto hace que haber empezado el conflicto, ser el dueño del objeto, haberlo visto primero, ser el dueño de la idea, etc. pasa a segundo plano frente a la posibilidad de lastimar la relación. Es por esto que los padres deben aprender a intervenir sobre el conflicto, no sobre el tema de conflicto. Esto es, si hay un objeto de por medio, ambos lo pierden. Si el problema es un asunto de palabras y/o golpes, los separamos.

El tema del conflicto ya lo podremos hablar con ellos después, ofreciéndoles opciones de solución a problemas de ese tipo, pero mientras ellos no aprendan a hacerlo, salen perdiendo ambos. Ya habrá otras situaciones en donde la justicia podrá ser el valor a buscar, pero en el caso de la relación entre hermanos es por mucho, más importante la armonía.