Dar una orden y lograr ser obedecido es el sueño de todo padre de familia. Sin embargo con mucha frecuencia hay más de un reto a vencer en esta circunstancia que parecería ser muy simple. Necesitamos que el niño escuche la orden, se de por aludido, nos responda verbalmente, detenga la actividad que estaba realizando y se dirija a llevar a cabo lo que le solicitamos.

La mayoría de los papás se dan por bien servidos cuando logran que los pasos descritos anteriormente se lleven a cabo. Sin embargo algunos pueden descubrir que aún cuando todo esto sucedió, el niño no termina por concretar lo que le pedimos. ¿Qué pasó? Mostró toda la disposición necesaria y nos hubiéramos aventurado a asegurar que habíamos logrado que obedeciera, sin embargo para sorpresa de todos pasa el tiempo y aquello que le pedimos no fue realizado.

Seguramente la explicación está en que su capacidad para dejar de responder a los estímulos que se le atravesaron en el camino no ha terminado de madurar. ¿De que estoy hablando? de lo que en palabras coloquiales conocemos como “distraerse”. Cuando un niño tiene menos de 8 años, el cerebro no ha logrado por completo aprender a detener el impulso que lo lleva a dirigirse hacia los estímulos más atractivos y por lo tanto al niño “se le olvida” lo que iba a hacer y se queda centrado en lo que se le atravesó.

De tal manera que cuando le pides a tu hijo que vaya por su suéter y él pareció dispuesto a seguir la orden pero se le atravesó la televisión prendida, el suéter pasó a segundo plano y su atención se queda capturada por el programa. Vuelve a recordar el suéter cuando te oye gritar ante su tardanza.

Este tipo de proceso se puede presentar incluso en niveles de mayor torpeza. Tú lo llamas, él está jugando y parecería que es sordo porque no responde ante tu instrucción aunque ésta lleve su nombre. Otros si responden, con un “ya voy” o “ahorita” o “mande”, pero no se mueven de su lugar. Lo cierto es que siempre que observamos que hay disposición pero el chico no responde no estamos hablando de un problema de indisciplina, sino de un asunto madurativo y por lo tanto como papás necesitamos ayudarlos a filtrar los estímulos aprendiendo a dar la orden.

Cuando esperamos hasta tener el contacto visual del niño podemos aumentar las probabilidades de que registre lo que le dices. Si además agregamos algún tipo de contacto físico como darle la mano, tomarlo de los hombres, etcétera, nuestra intervención ayuda a que el niño registre la información por varios sentidos: auditivo, visual y físico lo que prácticamente garantiza que la orden será cumplida.

Ayuda también que la orden no incluya más de dos secuencias y que al terminar de darle la instrucción le pidamos que nos diga él que es lo que va a realizar. El proceso de elaboración de la información es más complejo de lo que suponemos las personas adultas y en el niño ese proceso está en formación. No basta con escuchar. Necesito anticipar en mi cabeza el recorrido que tendré que hacer y esto se facilita mucho cuando el niño tiene que repetir con sus palabras lo que tendrá que hacer una vez que papá o mamá se lo pidieron.

Solo me queda puntualizar la importancia que tiene que mis hijos sean niños obedientes. Dado que si ellos son indisciplinados, la posibilidad de detectar el proceso madurativo en medio de una mala disposición para obedecer hacen toda la relación más compleja y llena de conflictos y regaños constantes.