Las conductas de los adolescentes son provocadoras e inadecuadas; sin embargo es lo que les toca vivir. Son los adultos los que tienen que saber cómo manejarse frente a esto y mostrar actitudes serenas y sensatas para no potencializar las situaciones de por si complejas en la relación con ellos. Parece un proceso cruel: en su mínima expresión es de por si compleja, pero nosotros como adultos podemos potencializarla hasta volverla una época no solo complicada, sino además riesgosa para su futuro.

Le apostamos a una vida adulta comprometida, responsable y sobre todo, feliz. Pero esto no es cosa fácil; la vida adulta tiene un alto componente de vida cotidiana, y ésta, de esfuerzo. Es ahí, en lo cotidiano, donde las personas necesitamos encontrarle el sentido a la vida, y es desde ahí, desde donde tenemos que reportarnos como personas felices. Prepararlos para esto es el gran reto. Disfrutar del compromiso. ¿La fórmula? Aprender a relacionarnos con el placer, y darle a éste, la dimensión que tiene que tener.

La pregunta no es si éste es el mundo que queremos para nuestros hijos, sino que por el contrario, ¿qué hijos le estamos dejando al mundo?